lunes, 15 de diciembre de 2014
domingo, 30 de noviembre de 2014
Padre, perdóneme porque soy PATRIOTA.
He de confesar que, aunque desde pequeña, adoré la literatura, no me
llamó la atención, especialmente, la poesía. La lírica no era lo mío.
De
estudiantes, tuvimos que leer, obligatoriamente, todos aquellos poemarios de
conocidos autores para pasar los exámenes de bachillerato, pero a mí no me
llegaban.
Desde aquí, agradezco profundamente a Joan Manuel Serrat que, por
aquellos años, sacara un disco sobre canciones de letras de Antonio Machado.
Eso sí fue una buena contribución a mi educación y mi cultura. Gracias a mi
profunda e incondicional admiración por el cantante, llegué a valorar y
disfrutar de la obra de uno de nuestros mejores escritores.
Y, si conoces ésta, a fondo, podrías llegar a asegurar, con total
firmeza, que el poeta era un patriota casi radical. Profundamente enamorado de
su país.
Desconozco los ideales políticos de Machado pero no me dio nunca la
impresión de que fuera simpatizante de ninguna vertiente (sí quizás su hermano
Manuel pero muy discretamente).
El caso es que todo esto me ha hecho pensar en el patriotismo. ¿Qué y quiénes son patriotas?
No quiero pecar de inocente. Pero yo siempre me consideré una
patriota. Una de esas personas que, cuando pasa más tiempo del habitual, fuera
de su patria, echa de menos el verde. El verde de los campos, de los olivos;
añora el azul. El azul del cálido mediterráneo. El turquesa del cantábrico y la
blanca espuma del bravo atlántico.
El sol de invierno, esa luz ambarina que se cuela a puntillas entre
los visillos. Que se acerca al sofá para abrazarte durante las siestas de los domingos. ¡Las siestas! ¡Esa práctica tan española!.
Ese rubio halo que reposa sobre los tejados, dilucidando la ropa tendida en las cuerdas, las bombonas de butano, las macetas…
Ese rubio halo que reposa sobre los tejados, dilucidando la ropa tendida en las cuerdas, las bombonas de butano, las macetas…
Ese sol abrasador del verano. Las terrazas de los bares a rebosar de
gente tomando “la fresca”… Los hombres mirando de reojo a las jovencitas
ligeras de ropa amparándose de la vigilancia de sus esposas, tras unas gafas
oscuras.
Los bares. Esos sitios donde jamás te sientes un extraño. Donde todo
el mundo vocifera lo que opina y, a veces, hasta se dirigen a los demás por sus
nombres. O no. O te llaman “rubia”, “guapa”, “flaca”…
¡Hasta los atascos!. Los de la salida, por la mañana, al trabajo. Los
de la hora de la comida. Los de regreso… y lo entretenido que es dar vueltas
por el barrio, coincidiendo con los vecinos, acordándose de sus muertos, como
se le ocurra aparcar al pobre mentecato en el único sitio libre que habías
visto.
Las radios de los vecinos…, las teles… esa banda sonora de nuestras
vidas. Ese “gol” que te rompe los tímpanos, ¡Los gritos que metemos por
cualquier cosa!, que parecemos a Sofia Loren y Marcello Mastroniani en
cualquier película de los cincuenta o sesenta. Todos y cada uno de los nombres
de los hijos de las vecinas cuando se asoma para anunciar que la cena está
servida.
Y tú que ya lo sabes. Porque el aroma a croquetas, a ajo, a comino, a
pimentón, a canela te viene a saludar. (No se come en ninguna parte como en España!!!) Y hablando de perfumes... ¡Qué bien huele España! Especialmente, tras la lluvia... me encanta el olor a tierra mojada.
Las palomas. Esas descaradas gorronas que atestan fuentes
y ocupan plazas enteras. Las gaviotas… Las cigüeñas y sus enormes nidos en las
antenas, los campanarios, los tejados de las ermitas.
El metro, los solistas acompañados de sus guitarras, entrando en los
vagones y alegrándote el día si cantan una que tú ya sabías. Esa chica que se
monda de la risa sola, leyendo un libro. Ese niño que lleva un globito atado a
la mano… Los enamorados en los parques, comiéndose a besos. Las colas de gente cargando con las palomitas, a la entrada de los cines.
Las tiendas de los barrios, donde siempre eres bien recibido y donde
se escuchan todas las quejas que constantemente nos acompañan a todos los
españoles. Desde la más insignificante “me están matando estos zapatos” y
pasando por lo “carísimos que están la luz, el gas, los impuestos…” hasta
llegar al gobierno y, de nuevo, a Hacienda.
Soy una enamorada de mi nación. Y de mi gente. Y me causan mucha
envidia todos aquellos patriotas que presumen de bandera y cantan con orgullo
sus himnos. Resulta que en los míos, en España, deben estar mal vistos. Es demodé,
vintage, casposo o peor: revolucionario, sectario y provocador.
Sé que han habido, últimamente, (durante bastantes años),
multitudinarios grupos de personas que se han apoderado de mi bandera. Que la izan en ciertas
manifestaciones que dan “yuyu” (sí... a mí también me dan yuyu).
En el nombre de la bandera se exigen muchas
barbaridades. Y el himno va unido a ella.
Pero me gustaría instar a los demás. Esos que decidieron dejarse robar
su patriotismo, sus raíces. Esos que permitieron que tales aberraciones/estupideces/necedades
fueran esponsorizadas y patrocinadas por la bandera, ¿por qué no la sacan a la calle para decir lo que piensan también? De hecho, se opine lo que
se opine, lo está diciendo un español y no sé para vosotros pero para mí es muy
respetable. De hecho, es sagrado: nadie como un español ama a su pueblo tanto y nadie como él para tratar de luchar por mejorar su tierra.
Confieso que el día que ganamos los mundiales de fútbol se me saltaban
las lágrimas de ver las banderas, ondeando al viento, sujetas por cientos de
personas exultantes de felicidad. ¿Tenemos que ganar un puñetero partido para
eso? ¿Es que sólo nos es útil la bandera para que se nos identifique en los festivales de Eurovisión?
Nadie tiene mi permiso para robarme el patriotismo. Para usar mi estandarte con el fin de ensuciarlo, para
poner en mi boca sus palabras sólo por decorarlas con mi mismo emblema. Por ornamentar sus ideales con mis colores.
Nadie tiene derecho a abochornarla. Ni a prohibírmela.
España no es el PP, ni el PSOE, ni UPyD, ni IU… España somos todos. España es el pueblo. ¡VIVA ESPAÑA Y LA MADRE QUE PARIÓ A TODOS LOS ESPAÑOLES! (azules, rojos, verdes, amarillos, rosas... ¡Todos! incluso los que no quieren serlo).
Por cierto, según las estadísticas, me temo que nos queda muy poco tiempo para disfrutar de ella y del himno. En breve, todos cantaremos la Internacional e izaremos la bandera republicana o la hoz y el martillo. Sí, como los borréééééééééé-gos.
Nos
convertiremos en un pueblo sin pasado y sin presente…
Y eso, queridos míos…
Se lo pone un tanto difícil al futuro.
domingo, 23 de noviembre de 2014
LAS PERSONAS HERIDAS SON PELIGROSAS
Las personas
heridas son peligrosas, no hay la menor duda.
Quizás se
acostumbraron a sufrir y ya no sienten el menor respeto por el dolor.
Puede, incluso, que eso les haya convencido de que si ellos mismos fueron capaces de soportarlo, cualquiera puede hacerlo.
Por eso no
les causa el menor incomodo hacer daño.
Tal vez
piensen que perdieron todo cuanto deseaban y ya no hay posibilidad alguna de
perder nada más. Su vida entera.
Y alguien muerto no tiene el menor respeto por la
vida. No teme perderla. No siente, ni padece, ni tiene sensibilidad, cariño,
afecto, compasión... por nada ni nadie.
Con esto, ya
está dicho todo: sin vida no hay esperanza, ni ilusión, ni sueños por cumplir.
Nada. Y ya lo dijo William Faulkner “entre la tristeza y la nada, me quedo con mi
tristeza”.
Sólo hay
algo que les hace sobrevivir o, simplemente, seguir en pie: el egoísmo. Como no albergan la menor fe en
el resto de los mortales, sólo ellos pueden satisfacerse, mimarse, quererse y
procurarse cuanto necesitan.
Si no lo encuentran cerca, no lo dudes, te lo quitarán. Porque ellos “que sufrieron tanto, se lo merecen todo”.
Ya sabéis que me gusta, siempre, ponerme en el pellejo de todos. Antes de catalogar a un “hijo de la gran puta” como tal, me complace pensar qué le ha podido suceder para que se comporte así. Me hace sentir mejor persona.
En fin. Toda mi paciencia y comprensión para las personas heridas. Pero..., ¿qué queréis que os diga?, prefiero tenerlas muy muy muy lejos.
Luego, los
hay muy cansinos, jajajaja, esos son muy graciosos. Los que se dedican a
enviarte “indirectas” por el Facebook y las redes virtuales sociales. Resultan divertidísimos porque siempre te quedas preguntando SI AL QUE SE HA DIRIGIDO SE HA
ENTERADO, SIQUIERA, DE QUE SE REFERÍA A ÉL. Los reconocerás fácilmente porque
en sus muros sólo hay frases como: “Hay gente queeee…”; “Los hay por ahí queee…”;
“Mira
que me fastidian los queee…” Incluso van y te cascan una frase en
segunda persona del singular, como si te estuvieran hablando a ti: “OYE,
TÍA GUARRA, COMO TE VUELVAS A COLAR EN LA PESCADERÍA TE AGARRO DE LOS PELOS Y
TE METO DOS YOYAS QUE TE ENTERAS”…
Pero, ¡nah! Esos
no son personas heridas de verdad.
Eso son moscas cojoneras (y muy amargados, sinceramente).
martes, 30 de septiembre de 2014
Se acaba el Ramadán... ¡¡Y vamos a la playa!!
El que acabe Ramadán no sólo da alegría, trae muchas sorpresas. Ahora resulta que el hotel en el que nos alojamos es como un pueblo llenito de bares. Hay Lounges, varios restaurantes, terrazas chill-out, un pub, una discoteca, una salita de conciertos con escenario donde un buen mozo hace las delicias de cualquier dama sólo con mirarlo (pero es que, encima, canta bien, eso sí tipo "ojaulí, ojaulá, bájame la jaula, Jaime, bájamela y ata la yamaha a la reja"), los jardines de las dos piscinas con barecitos, mesitas, barritas… y todo muy europeo, ¡vaya!, esto es: se puede beber una cervecita uno y hasta un buen lingotazo (menos mal que piensan, de vez en cuando, en el diablo occidental).
Por lo visto para saber si ha
finalizado el Ramadán, o no, tienen que reunirse los gobernantes de cada nación
para analizar si los astros se han confabulado de cierta manera. Bueno, no sé
si todos los astros, de momento, el sol debe estar en no sé dónde y la luna
exactamente en un punto determinado. De hecho, no en todos los países sucede el
mismo día. Se tiene uno previsto, así, “a ojo de buen cubero”, y son los mandamases
los que terminan por decidirlo.
Todos los trabajadores del
gobierno tienen una semana de vacaciones. Los expatriados, como mi churri, sólo
dos días. Pero, de cualquier manera, son bien recibidos.
El caso es que, una vez que
el Ramadán ha acabado, vuelven a inaugurar el Ladies’s Night que significa barra
libre para todas las damas, desde las ocho de la tarde hasta la una de la
mañana. No en todos los hoteles es la misma noche, así que hay espabiladas que
se recorren todo Yas Island, de hotel en hotel, para beber “by the face” toda
la semana.
El jueves es un buen día
porque equivale a nuestro viernes. De este modo, el viernes hace las veces de
nuestro sábado. Al sábado ya lo odias como a los domingos españoles. No es tan
chollo porque, supuestamente, la peña se acuesta pronto para volver a trabajar
el domingo.
El caso es que hoy, ¡gracias
a Alá!, hemos ido a la playa porque el bar estaba abierto.
La playa es una verdadera
maravilla. No he visto una playa tan “cuca” en mi vida. ¡Hombre, playas
preciosas las tenemos en España, claro” Pero es que ésta, en particular, tiene
una decoración muy chula.
Hay unas camitas bajo las
sombrillas y una zona destinada a tumbonas de las de siempre. Pero, las más
bonitas, con unas enormes camas (más grandes que las de matrimonio) con un
dosel y unas cortinitas como si fueran mosquiteras. Son una gozada.
Igualmente, hay unos toldos (a modo de velas de barco) que dan sombra a una área con alfombras y cojines donde la gente puede fumar las shishas (¡¡Huelen a gloria!! me dan ganas de fumarme una).
Nota a mí misma: "nunca criticaré lo calentorro que está el Mediterráneo y jamás volveré a maldecir al Cantábrico cuando meta en el agua el dedo meñique de mi pie y dé un alarido que se me escuche desde Madrid". No os imagináis la impresión que da meterse en un aguaaaa... que debe estar a... ¿Algo así como a treinta grados?. ¿Sabéis las corrientes que hay, a veces, en nuestros océanos? Bueno, pues cuando llega una corriente marítima a esta playa ¡Pegas un salto y gritas porque te abrasa! (y no exagero ni un grado). Es como el caldito del cocido de mi madre a la que siempre digo que si tiene las tripas de hielo.
Esta playa es privada. La mayoría lo son. Esto se traduce en que tienes que pagar entrada pero en los hoteles te dan unos tickets (los famosos ‘beach-voucher’) con los que puedes entrar gratis.
Esta playa es privada. La mayoría lo son. Esto se traduce en que tienes que pagar entrada pero en los hoteles te dan unos tickets (los famosos ‘beach-voucher’) con los que puedes entrar gratis.
Aquí, como en las piscinas
del hotel, también hay esclavos que no sólo te dan la toalla, te conducen
gentilmente a la tumbona y te abren la sombrilla. Luego te traen unos sofacitos
monísimos por si te hartas de estar tumbada. Cada dos por tres te preguntan si
quieres tomar algo. Y, si te apeteciera, te traen las bebidas en una champanera
monísima que tú crees que es por prestancia pero, ¡qué va, que leche! Que es
porque, cada tres minutos, ¡¡¡se te queda la bebida caliente!!! Así que cada
dos te echan hielo, de nuevo.
Luego, ¡zas!, así, sin previo
aviso, se ponen a repartir a todo hijo de vecino una toallita y tú te quedas
con cara de mema (la primera vez que la recibes) porque no tienes ni idea de
qué significa. Pero como “donde fueres, haz lo que viernes” si observas a la
peña que hay a tu alrededor te enteras de que es para refrescarte. ¡¡QUÉ GUSTO,
POR DIOS!! Casi es mejor que el baño. No sé dónde la meterán si en hielo o qué,
pero me he dado unos restregones que me he quedado como nueva y, además, huelen
fenomenal. Aquí todo huele a gloria. Intentaré impregnarme de este aroma.
1) AL LORO CON LAS
ESPECIFICACIONES: tú verás a todo perro pichichi ANDANDO DESCALZO POR LA ARENA.
¡¡Pues no!! Esta gente debe tener CAUCHO en las plantas de los pies. CON LAS
CHANCLITAS HASTA LA ORILLA Y DE ALLÍ... A LA TUMBONA.
2) ¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOO!! NO SE
TE OCURRA DEJAR LAS CHANCLAS BAJO EL SOL. Las tienes que ocultar bajo la
sombrilla y, si puedes, MEJOR BAJO LA TUMBONA.
3) Cuando al nené le dé por
salpicarte agua... NO LE LLAMES IDIOTA (ni mariquita, ni cabrón, ni
subnormal..., vamos nada) NO SE TE OCURRA ABRIR EL PICO PORQUE EL AGUA... NO ES
AGUA... ¡¡¡¡ES SAL HÚMEDA!!!! y si abres la boca no sólo se te mete por ella,
no, se te mete también por la nariz.
4) Tampoco le insultes ¡¡¡¡CUANDO
TE EMPUJE DESDE LA PLATAFORMA que hay para zambullirse!!!!
5) Y mucho menos te pongas a
decirle LO QUE PIENSAS DE ÉL cuando estéis sobre el trampolín porque los dos
únicos ESPAÑOLES que hay en todos los Emiratos Árabes ¡¡¡PUEDEN ESTAR
SENTADITOS TAMBIÉN EN ELLA, ESCUCHÁNDOTE!!! Vamos, que ríete tú de la Belén
Esteban con su "Andreíta, coññño, cómeteeee el poooolloooooo!!!"
6) No vayas todo el rato
escupiendo y diciendo "aaaggg, arrggggss, eeeggg, beeegggg" porque, a
los tres segundos exactamente de arribar a la tumbona, ¡tienes al esclavo, de
nuevo, ahí, sonriéndote con cara de guasa para preguntar qué quieres beber!
7) No abuses de la cerveza,
¡¡por favor!!, que luego HACES MÁS RIDÍCULO TODAVÍA EN LOS ASCENSORES DEL HOTEL
(y esoooo, eso ya es otra anécdota) pero esa yaaaaa... BUCRA, BUCRA. (Bucra
significa mañana y es muy útil para escurrir el bulto)
Al día siguiente (parece
mentira pero es así) ya te conoce todo el mundo: los camareros, los que
reparten las toallitas y hasta los socorristas que, como uno de ellos se fijó
en que me puse a rodar en vídeo la puesta del sol y que, al día siguiente, no
paré de observarla hasta que no se puso el sol por completo, ¡¡me llama Miss
Sunset!! Jamás me había hecho tanta ilusión un mote.
Yalla, habibi, que me voy a cerrar unos cuantos bares.
Yalla, habibi, que me voy a cerrar unos cuantos bares.
domingo, 21 de septiembre de 2014
Última entrevista a Miriam Lavilla en TodoLiteratura.es
http://www.todoliteratura.es/noticia/7517/ENTREVISTAS/Entrevista-a-Miriam-Lavilla-Aceptamos-lagarta-como-princesa-de-cuento.html
miércoles, 6 de agosto de 2014
SUPERVIVENCIA EN ABU DABI = EL Ramadán yyy... la carretera.
“Hemos llegado en mala época:
el Ramadán.
Eso significa que, desde que sale el sol hasta que se pone, NI ALÁ toma un trago de agua, ni fuma, ni comeeee, niiii... ya no sabemos que más.
Así que al DIABLO OCCIDENTAL le cierran el bar de la piscina, los chiringuitos de la playa y le dan de comer "a escondidas" en los hoteles (ocultos tras unas cortinas). Y aquí servidora, si se quiere fumar un cigarrito, se tiene que ir a la rue, (que ya hay que tener ganas) y hacerlo discretamente, como si estuviera paseando.
Os cuelgo en la imagen la vestimenta típica del hombre de Abu Dhabi. Vamos, que yo que veo menos que Pepe Leches, seguro que me confundiría constantemente de marido. Lo que sí os digo es que la gran mayoría están flacos.
Hay que echarle imaginación
para tener una fantasía erótica con uno de ellos, oye, pero algunos hasta te
parece que puedan estar fibrosos bajo la túnica ésa.
Ah, OTRO TIPO DE SUPERVIVENCIA ES EN LA CARRETERA: hay autopistas de cinco carriles y los tipos llevan unos Ferraris y unos carros de la leche, los ponen a todo gas y te adelantan: por la derecha, por la izquierda, por arriba, por abajo, por delante y por detrás: de hecho, como te despistes, te sacuden por la retaguardia y te llevan por delante.
¿Quién fue la/s cachonda/s que querían que condujera aquí?”
martes, 5 de agosto de 2014
VIAJE A LOS EMIRATOS ÁRABES UNIDOS - ABU DABI
Como voy contando mi vida obra y milagros, en el Facebook, los que ya habéis
ido leyendo mis publicaciones, pues en este punto, podéis dejarlo porque ya conocéis todos los detalles y os voy a aburrir soberánamente.
Es que esto de mi blog a mí me sirve como retroalimentación y, además, cada
vez que quiero buscar algún texto en FB, me tiro unos veranos y no lo encuentro
y ya me conocéis soy una chica práctica, todo cuanto escribo (da igual lo malo
que sea), al final, me sirve para incluirlo en mis novelas. Por eso, nunca he
sentido el menor apuro en tirar a la chimenea de Suegrilandia algunas de mis
obras (nueve, nueve en concreto, de momento). Ese no es trabajo perdido, se
acopla en otro contexto y arreando.
Hoy comienzo con el primer capítulo: mi llegada a los Emiratos Álvarez,
como los llama la tita. Pincho, copio y pego, hala.
“Buenas,
Ya soy dos horas más vieja
que vosotros, ahora mismo.
Una y cuarto de la mañana,
cuando en España andaréis por las once.
Contra todo pronóstico esto
me gusta. No me costaría nada acostumbrarme a esta buena vida. Hay 100 esclavos
detrás de ti pendientes constantemente de tus necesidades: limpian el suelo
antes de que lo pises, lo limpian después de que lo hayas pisado; te dan la
toalla a la entrada de la piscina, te acompañan hasta la tumbona que elijas, te
abren la sombrilla, te la colocan…
Cada vez que sales, a tu
regreso, dejas el coche en la entrada y ellos toman tus llaves y te lo aparcan
(ni conocemos el parking), al salir das tu ticket, ellos lo sacan y te lo dejan
ante tus narices…
Tienes fruta fresca a tu
disposición en un saloncito, café para tomar a antojo, unas galletitas que son
un verdadero vicio…
Creo que a Jaimete aún le
gusta mucho más que a mí (por aquello de lo vaguísimo que es el jodío y lo poco
que le gusta hacer el mínimo esfuerzo.
El hotel está en Yas Island.
Cerquísima del Yas Island Circuit (circuito de Fórmula 1), del Yas Waterworld
park (un parque acuático), de un campo de golf enorme, y del Museo o parque
temático de Ferrari (Ferrari World). Es decir, bien situado pero, en fin, aquí
no hay “barrio” bien ubicado porque entre unos y otros hay kilómetros y
kilómetros de descampados desérticos… (y nunca mejor dicho) Por eso mismo se
trata de una nación con mucho futuro… todo está aún por construir.
Nuestra habitación (por venir
con familia acoplada) es como si digamos un apartamento de Aparthotel: tiene
una pequeña cocina totalmente equipada (lavadora, secadora, horno, microondas,
placa de vitrocerámica y todos los electrodomésticos del mundo mundial). Un
salón amplio (con sofá cama para el peque), una habitación y un cuarto de baño.
Dos televisiones (una para el salón y otra en la habitación)… En resumidas
cuentas, todo lo necesario para vivir y para hacerlo bien porque ni tienes que
hacer la cama, ni fregar, ni nada de nada.
La temperatura… eso ya es
otro cantar. Digamos, para que os hagáis una ligera idea, (pero muy muy muy
liviana) que es como un Valencia o Alicante a lo bestia. Alta temperatura (más,
mucho más que en Levante) y con grandes dosis de humedad.
Todo es muy confuso, no sabes
si las cataratas que te recorren la piel son debidas a la humedad ambiental o se
trata de transpiración. Yo me inclino por la última opción. Aquí no tienen la
menor utilidad ni las cejas ni las pestañas: el sudor se te mete hasta en los
ojos.
Por lo que las fotos se hacen
a toda velocidad: vas a un sitio, bajas del coche, posas y sales pitando de
nuevo al coche. Como hayas puesto el dedo en el foco o te haya salido movida y
tengas que repetir la instantánea… ¡La gibamos, tía Paca! En la próxima imagen
parecerá que estés asistiendo a un concurso discotequero de camisetas mojadas.
Eso ocurre cuando la
temperatura alcanza de 38 a 40 ºC, cuando sobrepasan los 45 ya, es tan tan tan
ardiente que acaba hasta con la humedad. Pero, curiosamente, casi se prefiere a
lo del baño turco constante ese. Y el viento, o no lo hay, o es como si te
metieran en una secadora.
Lo que no me explico es como
no pillamos una pulmonía o un catarro de órdago a la grande, los aires
acondicionados de todos los interiores están a tal nivel que te despeinan el
flequillo y, en ocasiones, hasta agradeces el salir al exterior (claro, que a
los dos segundos exactamente, te arrepientes). Que para dejar de fumar todo
esto está muy bien: en los interiores no te lo permiten y si buscas un
exterior, después de dos caladas ya deseas tirarlo y salir pitando por patas.
Aquí lo más común es ir de
visita a los Malls. Los malls son centros comerciales, sin más, pero son
verdaderos parques temáticos. Es decir, te quedas ojiplática, viéndote como una
paleta haciendo fotos en los malls, talmente como si te encontraras un grupo de
turistas chinos reportando gráficamente cada esquina de un Carrefour.
Las tiendas son la pasada.
Las mejores marcas: Dior, Gucci, Prada, Tiffany, Cartier, Louis Vuitton, Hermes, Jimmy
Choo, Rip Curl, Element, Quicksilver, DG, Etnies, Diesel, DKNY… y un larguísimo
etcétera. Dentro de ellos, te puedes sorprender encontrándote un pueblo entero,
un parque de atracciones, una pista de hielo para patinar o incluso toda una
gran estación de esquí. Y la clientela va a juego. Vamos, que cada vez que una chica de éstas (las de la capita) entra en una tienda de esas con sus amiguitas, al propietario le debe "apañar" la facturación mensual y, si me apuras, la anual también.
Lo que me encanta de este sitio es el olor. No sé explicarlo. Quizás sea la humedad, las plantas que tratan de cultivar por todas partes, no sé. Los interiores huelen también de maravilla a velas aromatizadas, a inciensos, a las shishas, que las hay por todas partes y todo el mundo las fuma con gesto de deleite... Tendré que visitar alguna perfumería en algún mall, seguro que deben ser buenos perfumeros. Trataré de impregnarme del aroma del lugar.
Curiosidades de la fauna: no he visto ni una mosca... yo creo que con la temperatura del agua del mar... ¡ni las medusas se atreven a arribar a estos lares! Pero, eso sí, las hormigas son unas yihadistas de la leche!!! La madre que las parió!!! Hecha un colador me tienen!!!.
Lo que me encanta de este sitio es el olor. No sé explicarlo. Quizás sea la humedad, las plantas que tratan de cultivar por todas partes, no sé. Los interiores huelen también de maravilla a velas aromatizadas, a inciensos, a las shishas, que las hay por todas partes y todo el mundo las fuma con gesto de deleite... Tendré que visitar alguna perfumería en algún mall, seguro que deben ser buenos perfumeros. Trataré de impregnarme del aroma del lugar.
Curiosidades de la fauna: no he visto ni una mosca... yo creo que con la temperatura del agua del mar... ¡ni las medusas se atreven a arribar a estos lares! Pero, eso sí, las hormigas son unas yihadistas de la leche!!! La madre que las parió!!! Hecha un colador me tienen!!!.
lunes, 14 de julio de 2014
Reseña de "La Cultura para el que la digiera" de Miguel Albandoz. (Véase que hasta la PERRA QUIERE LEERLO!)
¿Quién no se ha preguntado, alguna vez, si es que uno está desubicado/obsoleto, es un perfecto analfabeto o no tiene pastelera idea “DE LO QUE EH LO GÜENO-GÜENO, de verdad-de verdad, Mari, te lo juro por mi muro”?
Pues Miguel Albandoz, como un mortal más, se lo ha
debido preguntar en más de una ocasión y se ha vestido "de luces", como un
valiente torero, para llamar a las cosas por su nombre, corriendo el peligro de
que lo tachen de políticamente incorrecto y que, a partir de este momento, sea
excluido de muchas conversaciones de salón.
Y, como un kamikaze, se tira en plancha con el
cuchillo entre los dientes, para narrarnos la historia de un “Anselmo” de la
vida, un ser “Igual” a todos los del montón, un humano muy "normalito y
corrientucho" que sueña con ser un novelista de prestigio, fama y renombre (¡nos ha jorobado! ¡Y yo!) pero
no da pie con bola en su Olivetti (o en el papel, o en el Toshiba). Y, (un mal
muy común en nuestros días), a pesar de haberse licenciado en Periodismo, “corre
la suerte” de haber encontrado empleo como vigilante del Museo De Arte Muy
Moderno:
“Hay que joderse con el arte moderno. Al Andru este se le cae un poquito de pintura sobre la tela y, en lugar de limpiarla o aprovecharla para pintar un cuadro en condiciones, le pone un marco y a correr”.
“Hay que joderse con el arte moderno. Al Andru este se le cae un poquito de pintura sobre la tela y, en lugar de limpiarla o aprovecharla para pintar un cuadro en condiciones, le pone un marco y a correr”.
¡Y da en el clavo! Porque, el autor, que de tonto no
tiene un pelo, logra desde la página 9 (que es donde comienza el primer
capítulo) que el lector empatice con el protagonista. Y no sólo con él, sino
con el narrador que actúa, interactúa, opina y no deja títere con cabeza.
Los “tecnicistas” tal vez echen de menos un narrador
omnisciente y lo critiquen negativamente. Servidora no, ¡en absoluto! Ya me
inventé a Serena de Brie en mis primeras dos novelas para que “metiera las
narices” en todo y, en mi tercera, la he matado para darme ese gustazo yo
solita.
Este narrador cotilla y metementodo, adicionalmente,
mima al lector hasta el punto de hacerle partícipe de la narración:
“Podríamos realizar un análisis concienzudo acerca de las causas de su angustia,
pero lo resumiremos en tres
palabras: miedo a chafarla.”
“Podríamos exponer más ejemplos, pero convendrá retomar el hilo de nuestro relato antes de convertirlo en
un verdadero dramón.”
“Emprendió un
recorrido mental por su época universitaria y entonces, como si su
subconsciente se hubiera hartado de ocultarlo, un horrible recuerdo emergió de
las profundidades de su psique y se apoderó de su pensamiento y de nuestro relato.”
El resto de personajes en la historia son la guinda
del pastel para dar lugar al enredo y que se provoquen situaciones delirantes,
caricaturescas y tan extravagantes como hilarantes:
ü Azucena,
encantadora joven guapa (y, además, lista) que en cuanto se tropieza (y nunca
mejor dicho) con nuestro tímido Anselmo, le deja totalmente noqueado y enganchado
hasta las cejas.
ü La prima de ésta y su ex… (¡Tela tiene el Mamerto!)
ü El director
de ambos en el Museo, su parienta, su suegro…
ü Y el Club
de Amantes de la Cultura Selecta.
Y, como si hubiera creado la receta de la creación
de un best seller, Albandoz, nos
presenta los ingredientes:
* 250 grs. de amor y romanticismo;
* 250 grs. de misterio (que también lo hay);
* 250 grs. tanto de héroes como
villanos, con un punto de familiaridad
(Vamos, que
los malos también te caen bien y tienen su je
ne sais quoi).
* Y 250 grs. de ambientación
cinematográfica. (Si Almodóvar, Álex de la Iglesia, Juanma Bajo Ulloa y Garci,
entre otros, no se animaaaan… casi estoy por hacerlo yo)
Modo de preparación: Se bate la
mezcla con 258 páginas de risa (de la primera a la última) y se deja reposar, no
muy lejos de los que tengan deficiencia de serotonina pero tampoco muy al
alcance de los niños (no vaya a ser peor, queeee, el mío ya me lo ha pedido
repetidas veces de tanto que me ha visto despiezarme en carcajadas. De hecho, él mismo ha fotografiado la imagen colgada en esta entrada)
En cuanto a su estilo, pues me repetiré porque ya
leí su primera novela “Tengo ganas de morirme para ver qué cara pongo” y me
dejó entusiasmada. Tengo que prevenirle, eso sí, que se ha dejado el listón muy
alto (¡A ver qué se inventa para la próxima):
Miguel Albandoz denota maestría con su riqueza de
vocabulario y su cultura (ya sé, ya sé, será para el que la digiera pero no
todos hemos degustado ese plato) y sigue teniendo muchísima gracia con sus comparaciones, tales como:
“Una de
esas bellezas que hacen que los bizcos descrucen la mirada a su paso.”
“caminaba
tan ensimismado que hasta un artrítico con las manos enfundadas en guantes de
boxeo podría haberle dejado sin paraguas, sin dinero y sin calcetines.”
“Si la
conciencia ecológica desprendiera calor en la coronilla de Mamerto se podrían
freír patatas.”
“Se produjo
en su rostro un resplandor rojo de tal intensidad que los vehículos que circulaban
a esa hora junto a la universidad se pararon a esperar la luz verde.”
“Cualquier
investigador del National Geografic daría una oreja por toparse con semejante espécimen
en un claro del bosque.”
¡Vaya, que, en mi humilde opinión, conocer su obra ha sido todo un acierto! No os digo más
que no muchos autores pueden afirmar que yo haya leído dos libros seguidos con el
mismo nombre, bajo el título.
sábado, 5 de julio de 2014
LA VIDA NOS MANDA SEÑALES TODOS LOS DÍAS
“Unos lo llaman 'destino', otros 'Dios'.
También lo denominan 'universo' o 'naturaleza'.
Yo lo llamo 'VIDA'.
Y la vida nos manda señales todos los días.
Sólo hay que prestar atención y saber
interpretarlas.
Ir contra-natura es contradecirlas.”
©Miriam
Lavilla - 2014
Ya en 2007,
cuando escribí “Aceptamos marido como animal de compañía” hablé de ello. Hoy
vuelvo a confirmarlo releyendo:
“Estoy
convencida de que la vida nos muestra muchas veces el camino que debemos seguir
a través de escenas que pone ante nuestros ojos y en las que somos incapaces de
reconocer una revelación. Las observamos y las encontramos de lo más
cotidianas, sin analizarlas como se debiera.
El otro día
fui a pasear al monte con mi perro. Nos encontramos con una cabra cuyos cuernos
se habían quedado atrapados en una alambrada que separaba el monte de la
carretera.
Fui a por mis
herramientas y, con mucho esfuerzo, logré cortar la alambrada y dejar libre a
la pobre cabra que me miraba con ojos aterrados (sobre todo a los alicates).
La cabra,
lamentablemente, quedó al otro lado de la red, es decir, en la parte de la
carretera. Chillé, corrí tras ella, intenté sostenerla por los cuernos y
arrastrarla hacia el monte, animé a mi perro a que la asustara, me dio una
hermosa coz y acabé de bruces contra el barro. Nada. Me quité el jersey y
comencé a torearla:
—¡Accca, uuuuu! ¡Accca! —Pero la cabra se
dirigía derechita a la calzada.
Me metí en
el coche y empecé a pitar con furia. La cabra me miró con aires de superioridad
(le faltó sacarme la lengua) y siguió su camino tan contenta hacia la autovía.
Yo quise
ayudar a la cabra, eso está claro, pero ¿Y LA CABRA? ¿QUERÍA LA CABRA MI AYUDA?
La segunda
visión fue en la óptica el día que fui a graduarme las gafas. Allí había una
señora de unos setenta años acompañada de la que parecía ser su nieta. Yo,
lógicamente, no presté la menor atención ni a la señora ni a la chica, y me
dediqué a lo que había ido a hacer. De repente, la abuela comenzó a dar saltos
de alegría:
—¡Qué
maravilla! ¡Qué bien veo! Parece mentira que haya podido manejarme sin ellas.
Llevaba unas
gafas puestas, así que me pareció de lo más normal. Pero la joven que la
acompañaba estaba muy sonrojada y las dependientas se mordían los labios para
evitar echarse a reír descaradamente. Cuál no fue mi sorpresa, al mirar con más
atención, cuando me percaté de que la pobre mujer sólo se estaba probando una
moldura sin cristal.
¿Te das
cuenta? Nos quejamos de que no hacemos más que estamparnos contra las farolas
porque no las vemos. Pero, en
realidad, lo que ocurre es que sólo vemos lo que queremos ver.
Mi tercera
visión fue en el metro. Una mujer madura entró en el mismo vagón que un joven
que llevaba una barra de cortina. La carcajada general fue tan escandalosa que
interrumpió mi lectura.
Observé todo
cuanto estaba a mi alrededor, tratando de comprender qué hacía tanta gracia,
hasta que reparé en que la buena mujer se había sujetado a la barra que
llevaba el muchacho pensando que era el asidero del vagón, y el pobre chico
(rojo como un tomate) se esforzaba en mantenerla erguida, para evitar que la
dama se rompiera las narices contra el suelo.
¡Y es que no
miramos por dónde vamos!, y nos agarramos a cualquier cosa con la intención de
encontrar nuestra estabilidad.”
jueves, 5 de junio de 2014
"SIEMPRE" no es tanto tiempo.
Durante las
últimas semanas no se movía de su camita.
Cuando le enseñaba su collar y su correa, apenas me miraba.
Comía y bebía poquísimo para no levantarse. En muchas ocasiones era yo quien le llevaba la comida o la bebida a la boca.
Cuando le enseñaba su collar y su correa, apenas me miraba.
Comía y bebía poquísimo para no levantarse. En muchas ocasiones era yo quien le llevaba la comida o la bebida a la boca.
Y, una vez en la
calle (con lo que le gustaba pasear), daba dos pasitos, se
paraba en seco y me contemplaba como preguntándome: "¿Qué hacemos aquí?".
La mayor parte del paseo (que duraba más que nunca) lo daba con él en brazos.
Los vecinos (era "Simón el Simpaticón" del barrio) me miraban compasivos. Ya habían muerto todos sus amiguitos hacía tiempo: Pirulo, Edén, Tango, Malcolm, Milo, las dos Lunas, Rocky, Edém, Duquesa, Pizca, Kiko, Chispa…
La mayor parte del paseo (que duraba más que nunca) lo daba con él en brazos.
Los vecinos (era "Simón el Simpaticón" del barrio) me miraban compasivos. Ya habían muerto todos sus amiguitos hacía tiempo: Pirulo, Edén, Tango, Malcolm, Milo, las dos Lunas, Rocky, Edém, Duquesa, Pizca, Kiko, Chispa…
—¿Qué? ...la
artrosis? —Me preguntaba alguno de ellos.
—No sé yo…
—Pretendía bromear mientras sonreía agradecida— Me parece a mí que ya me puedo
ir haciendo a la ideaaa… porque a éste le faltan dos telediarios.
Ayer, en el
último paseo de las ocho y media, apenas se alejó un metro del portal.
—¡Ay, Thor!
¿Dónde quieres ir, Pichón?
—…—Me miró. Tanto
y tan insistentemente que pensé que me había escuchado (ya estaba sordo perdido
y con unas cataratas de vértigo). Se dio media vuelta y se dirigió al portal, de
nuevo, lentamente.
¡Al carajo con el
paseo! No me daba la gana de forzarlo. De hecho, toda su vida ha sido el niño
mimado de mamá y le he consentido todo. Sinceramente: era el perro más
malcriado de la tierra.
Me senté en el
ordenador para colgaros la chorrada del día en Facebook. Aún estaba pensando en cual yyyy, de
repente, se levantó con la intención de venir hacia mí. Como si le faltara pronunciar, con todas las letras, mi nombre. Como si tratara de correr a mi encuentro para pedir ayuda.
Sus patitas dejaron de sostenerlo, venciéndose. Parecía que su cuerpo se hubiera convertido, de repente, en gelatina. Se deshizo a medio metro de distancia.
Si me hubieran puesto un petardo en la silla no me hubiese levantado más rápido. Lo tomé en mis brazos y empecé a saltar y chillar:
Sus patitas dejaron de sostenerlo, venciéndose. Parecía que su cuerpo se hubiera convertido, de repente, en gelatina. Se deshizo a medio metro de distancia.
Si me hubieran puesto un petardo en la silla no me hubiese levantado más rápido. Lo tomé en mis brazos y empecé a saltar y chillar:
—No me hagas
esto, por favor, te lo suplico. —Presioné su pecho, corrí a la ducha, lo
metí bajo el agua fría pero seguía como un muñeco de trapo.
—¡No, por favor,
no por favor, mírame, mírame! —Tomé el bolso con él, enrollado en una
toalla, en mis brazos. Salí pitando al ascensor mientras seguía llamando su atención. Iba
a llevarlo a un veterinario, ¡al que fuera! ¡al que estuviera más cerca!
Cuando presioné
el botón, me miró a los ojos. Os juro que no hizo falta que hablara. Entendí
perfectamente que me decía en un hilo de voz: “Me voy. Me estoy yendo.”
El ascensor no había alcanzado mi piso aún y giré sobre mis pasos, con toda la calma del mundo, tanta que hasta me asustó: —Está bien, cariño. Está bien. Vamos a casa. Esto vamos a pasarlo los dos juntos.Abrí de nuevo, la
puerta, colgué mi bolso en el perchero y me senté en mi mecedora con él apretado contra mi pecho.
Mientras me
mecía, lo besaba, no paraba de decirle lo mucho que lo quería:—Sí, mi vida, soy yo, mi bebé. Estoy aquí. No te voy a dejar solo. Ni por un segundo.
—Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero… Gracias por haberme hecho tan feliz, por haberme acompañado siempre, las veinticuatro horas del día, por haber nacido, por despedirte de mí, por elegirme para marcharte... para dejarte ir.
—Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero… Gracias por haberme hecho tan feliz, por haberme acompañado siempre, las veinticuatro horas del día, por haber nacido, por despedirte de mí, por elegirme para marcharte... para dejarte ir.
No sé como no
podía llorar. Supongo que Dios (sí, Dios, porque soy creyente) en estos
momentos te inyecta una sobredosis de valentía, fortaleza, energía,
¿resignación?... no lo sé. De lo que estoy segura es que se trata de una auto-defensa.
Algunos lo llaman supervivencia.
Estuve hablándole
y besándolo, mientras sostenía su patita, sin dejar de mecerme, hasta las 9 y
tres minutos en que su llamita se apagó.
Los únicos latidos que notaba en mi pecho eran los míos y sus ojitos permanecían clavados en las niñas de los míos pero presentí que ya no podían verme.
Los únicos latidos que notaba en mi pecho eran los míos y sus ojitos permanecían clavados en las niñas de los míos pero presentí que ya no podían verme.
Me levanté con él
en brazos, llamé por Skype a Jaime. Él, sólo él, era el único que podía entender
como me sentía. Y vivir de auténtico modo la experiencia.
Continué hablando
con voz pausada, sin permitir que mi voz se quebrara en ningún momento.
Luego llamé a mi
hermana. Estaba con mi madre en la tienda y me dijo que me la pasaba. Le supliqué que no lo hiciera, no
fuera a ser que se le ocurriera llamarme mema. Nadie entiende estas cosas. Este amor incondicional por un animal. Pero cuando se puso al teléfono ¡Estaba
llorando! ¡Cómo agradecí sus lágrimas! Siempre digo que, para "suegra", ya tengo
a mi madre. De hecho, mi suegra es una bendita.
No era extraño que lo pensara. Nunca me dejaron tener un perro en casa. Fue de las primeras cosas que hice al abandonar la casa paterna. Me había pasado mi infancia inventándome un amigo imaginario al que llamaba Napoleón y paseaba con una lata (o cualquier otra cosa) arrastrada de una cuerda. O, sentadita en la escalera de la Calle Bordadores 9, tomándome platitos de pan rallado y azúcar, con Winston, la perra de nuestros vecinos Carmen y Pepe.
No era extraño que lo pensara. Nunca me dejaron tener un perro en casa. Fue de las primeras cosas que hice al abandonar la casa paterna. Me había pasado mi infancia inventándome un amigo imaginario al que llamaba Napoleón y paseaba con una lata (o cualquier otra cosa) arrastrada de una cuerda. O, sentadita en la escalera de la Calle Bordadores 9, tomándome platitos de pan rallado y azúcar, con Winston, la perra de nuestros vecinos Carmen y Pepe.
No me aparté de él hasta que llegó el señor de la incineradora a recogerlo. Se lo llevó en
una bolsita negra, con sus datos en una etiqueta, que cerró y blindó. En
menos de dos días me traerían sus cenizas.
Él era un ser
libre, Acuario, como yo. De hecho, nacimos el mismo día. Le gustará disfrutar
de su paseo eterno en el camino de La Horizontal de El Escorial. Puede que
hasta le lleve a la playa de Pontedeume… o al Grove… a San Vicente de la Barquera... o a Jalón, en Alicante. A la nieve de Astún o Candanchú, a la de Andorra, a la de Sierra Nevada... ¿A los lagos de Enol? ¡Cómo disfrutó aquel día!
Luego me senté,
de nuevo, ante la pantalla del ordenador. Y empecé a hacer el vídeo. Tenía que hablar con él por última vez:
“Gracias por haber cumplido mis sueños de
infancia.
Por convertir en carne y pelo, esa lata que yo arrastraba
de una cuerda.
Por haberme enamorado desde el primer segundo en que te
vi.
Por existir…
por haber irrumpido en mi camino…
condicionando mi vida…
¡poniéndola patas arriba!
Gracias por la risa.
Gracias por correr a nuestro encuentro.
Gracias por estar siempre ahí.
Por sentirme escuchada.
Por velar por nosotros.
Por hacer dulce la espera.
Por hacer sentirnos siempre en casa,
por lejos que estuviéramos.
Por acompañarnos en los mejores momentos.
Por formar parte de la familia.
Por tener tanta paciencia.
Por adorar lo que nosotros amamos.
Por acompañarnos en nuestros juegos
y en nuestras locuras.
Por hacerme sentir tan especial.
Por regalarme un sol de invierno.
Por soportar nuestras bromas pesadas.
Por tantos y tantos recuerdos inolvidables.
Por mirarme como si fuera una divinidad griega.
¡Por quererme tanto!
Por instalarte, como inquilino,
para siempre, en mi corazón.
Duerme, ángel mío,
al arrullo de mis latidos,
en la orilla de mi alma.”
Elegí el Requiem de Andrew Lloyd Weber, exquisitamente acompañado por las voces de Sarah Brightman y Charlotte Church. Una vez la acabé, me puse a berrear como una loca en cuanto lo vi, en la pantalla, moverse y observándome como sólo él
lo hacía. ¡Y sus sonrisas!
¡Porque él sabía sonreír!
¡Porque él sabía sonreír!
La verdad, me
sentí liberada. Hacía muchos años que no derramaba cataratas de agua salada. Y siempre pensé que las lágrimas no solo reconfortan, sino que
fortalecen. De vez en cuando, viene estupendamente lagrimar con toda el alma,
no con un sufrimiento mudo. Sostenerse el estómago y gritar tu dolor. Es como
una sana carcajada, como una risa, muy triste pero, a fin de cuentas, un
sentimiento. Y a esos es mejor ni obviarlos ni enterrarlos.
Y el día se
sucedió así: ahora lloro, ahora vuelvo a permanecer serena, ahora vuelvo a llorar y
vuelvo a sonreír y a seguir la broma pesada de esta vida…
Hoy, en cuanto he
abierto los ojos, una angustia se ha apoderado de la boca de mi estómago y he
vuelto a llorar. Lo malo es que no dejo de hacerlo. He leído todos vuestros
comentarios en el Facebook, cada palabra, cada letra, cada espacio, cada coma…
y os he agradecido mucho vuestras condolencias.
Ayer decidí “bajarme
del mundo” por un solo día pero éste no se para sólo por mí. No cesa ni espera. Ahora
voy a tener que correr para subirme en la próxima estación. Así que voy a
ducharme y a preparar mi petate. Cada vez es más pesado.
Hay cristianos
que dicen que no habrá bebés, niños o animales en el cielo. Pues la verdad, si
fuera así: ¿quién querría ir allí?, si precisamente yo siempre pensé que ellos
eran quienes estaban más próximos a Dios.
Si me aseguran
que no voy a volver a ver a mi chiquitín, ¡leche, que me lleve Mandinga! Pero
estoy segura de que Alberto habrá ido a recogerlo y lo cuidará bien, le tirará
palos para que Thor cabalgue a recogerlos, jugará con él y lo mantendrá a buen
recaudo hasta que yo me reúna con ellos para siempre que, a fin de cuentas, no es tanto tiempo.https://www.youtube.com/watch?v=HVljUOsPPfc
©2014 Miriam Lavilla
Muñoz
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