martes, 16 de abril de 2013

Historia de un beso


¿Quién no se acuerda de aquella primera vez que recibió un beso?

En una fiesta de cumpleaños de un amigo, en un guateque, en el cine, en la disco, en un parque… en el coche, en el portal de casa al regreso.
Estábamos hablando de cosas banales, sin el menor interés… o no, ¿estábamos callados? No, seguramente yo no permanecía calladita. Fijo que tuvo que esperar el momento (“A ver si se calla ésta y la beso”).

Y, de repente, él se acerca peligrosamente y… ¡A mí me deja con la mitad de la palabra en la boca! (“¡Aich, mejor me callo!”).

Y mientras va acortando distancias con tu boca, resulta que te vas poniendo bizca porque no logras enfocar. (“¡Qué cara de tonto está poniendo!”). Pero, claro, te das cuenta de que exactamente esa misma cara será la que estás poniendo tú (y, además, bizca) y en ese instante caes en que la gente cierra los ojos cuando se está besando.

(“Ya llega…”) Rodea tus labios con los suyos y tú… (“¿Abro la boca?”)

Debieran dar cursillos para aprender a besar.

Él empieza a hacer bailar su lengua por tu boca. Tratas de seguirla con la tuya pero se evade. Creíste que se trataba de eso: de un “choque” de lenguas, como un saludo entre amigos. (“¿Qué está haciendo? ¿Querrá que me enjuague?”) Y quieres evitarlo pero tratas de rememorar la última comida (“¿Llevaba ajo?”) y la última ocasión en la que te lavaste los dientes o la última calada a un cigarro. (“¡Puf, lo que va a ser último va a ser esto… el último beso!”)

A medida que el beso se alarga, te vas relajando… hasta el punto álgido en que el universo desaparece por completo, ya nada existe… salvo ese beso.

La calle enmudece, la gente ha dejado de pasear, de hablar, la música ha ensordecido, ya no llueve… ya no hace sol, ya no es de noche… ni de día… (“¡Me muero!”)

Tu corazón late con fuerza, tu pecho empieza a bombear… parece que tu cuerpo entero te pidiera más (“¿Otro beso? No, no va a ser eso”)

Sientes un vértigo en la boca del estómago, como cuando te montabas en la montaña rusa con tu hermana y tus primos.

Y el beso va cesando…, va muriendo… se agota.

Y regresas a casa con cara de tonta, como si fueras un zombi. Y te da la sensación de que todo el mundo, de repente,  se ha dado cuenta de que te han besado: "Mira, ésa tiene cara de gilipollas... fijo que va besada". ¿Y en casa? que cuando mamá abre la puerta estas completamente segura de que te va a preguntar: "¿No tienes que contarme naaadaaaa...? ¿No te habrá besado nadie?". Y, después de la cena, a cada beso que ves en la tele, ¡zas, otro vértigo!

Y ese beso será, durante mucho tiempo, tema de muchas conversaciones:

“¡Ah, te besó!”; “¿Cómo besa? ¿Besa bien?”

(“¡Qué sé yo como besa! Y yo… ¿Cómo beso yo? ¿Beso bien?”)

Ese beso será el primero y el último de toda tu vida. No lograrás olvidarlo…

Salvo…, claro está…

con otro beso.