sábado, 18 de junio de 2016

Como ovejas sin pastor, como vacas sin cencerro o como pollos sin cabeza.


Echando un vistazo a varias páginas de Facebook, me he encontrado con la página de “Mayahuasca Shaman José Luis DMT”. Ha sido, cuando menos, enriquecedor.



Debe tratarse de un “shaman” en toda regla y publica varias imágenes, siempre agradables y transmitiendo buenas vibraciones, con epígrafes o consejos.


Pero me ha llamado la atención poderosamente una: la que acompaña a mi entrada.


Resulta que en el afán compulsivo y desesperado de atacar, sin descanso, a los creyentes (por lo que veo, se trate de la religión que se trate) cae en la peor de las contradicciones: “Yo soy tu CHAMAN, soy tu GURÚ, soy tu COACH (pero jamás un “pastor”) y te voy a guiar porque tú solito no sabes hacer una 'o' con un canuto porque, en realidad, lo que eres es un cordeeeeeeero.”


¡Vaya faenita! Debe ser que este chaman de chichinabo tiene a su peor enemigo como asesor de imagen, como Community Manager o como director de contenidos.



Porque, perdonen mi atrevimiento, pero, ¿quién no ha necesitado, más de una vez, de dos y de tres, el consejo de unos buenos padres o un buen hermano?; ¿la orientación de un buen tutor, un educador, un psicopedagogo, un psicólogo o incluso un buen psiquiatra?; ¿de un abogado, de un mediador o simplemente el apoyo de un leal amigo?



¿De verdad nos creemos aquel viejo cuento del “yo me creé a mí mismo”?



¿Quién puede decir que maduró y llegó a ser lo que se es sin ayuda de nadie?



Yo, afortunada o lamentablemente, soy lo que soy, gracias a mi experiencia, gracias a lo que viví, gracias a mis padres, mis hermanos, mis amigos, mis profesores… Gracias a lo que me pasó, por buscármelo yo misma o por correr la mala suerte de que me sucediera cuanto me sucedió. Porque sí, ya es hora de que lo vayamos asumiendo “nos merecemos TODOS cuanto nos pasa”.



Tuve unos padres (aún los tengo) que nunca me dieron la razón porque sí (y siguen con esa fea costumbre). Y una hermana que parece, en miles de ocasiones, estar de parte más “del enemigo” que de la mía. 

Siempre que me he cargado de razón y he explicado mis motivos, me los han echado abajo. “Es que túuuu, nenaaaa, muchas veeeceees…”. "Perdona, bonita, pero no está bien lo que has hecho."



Por eso doy gracias, cada mañana, por tenerlos y siempre digo que “cuando me dejo guiar por la cruz del norte, en lugar de la osa mayor, son ellos la brújula que no encuentro en mis bolsillos y me conducen, de nuevo, al camino correcto”. Y les agradezco sinceramente que me hayan enseñado a educar a mi hijo del mismo modo. (Sí, mi hijo es muy rico, muy gracioso y muy guapo pero no siempre tiene la razón y no siempre se porta bien).



Y eso me lleva a pensar en todos los seguidores de este “chaman”.



La radiografía de estos especímenes biológicos de la naturaleza diagnostica, claramente, que se trata de una raza muy habitual en la sociedad. Son pseudo-adultos que necesitan de esas frases, citas o epígrafes para seguir viviendo. Son su adicción. Se las creen y las comparten a todas horas para hacer creer a los demás, al resto de los mortales, que las ponen en práctica en cada momento de sus vidas. Tienen un hambre voraz de ellas para excusar sus comportamientos.



Son personas sin conflictos internos. ¡¡Vaya suerte!!, ¿no? Porque yo no es que tenga uno, dos o mil… Un millón de veces, cuando echo la vista atrás a mi pasado, pienso que, en cierta ocasión, fui una verdadera hija de la gran puta (sin ofender a mi madre) o me porté de una forma abominable o, cuando menos, “políticamente incorrecta”. Un billón de veces me he arrepentido de algún acto y un trillón de veces me he sentido fatal y me he decepcionado y defraudado por completo.



Seguramente sus papás les reían las gracias a todas horas, les enseñaron aquello de “ser ellos mismos” y aplaudieron todas y cada una de sus actuaciones. En cuanto a sus amigos, tres cuartas de lo mismo. Con total certeza son los reyes de la fiesta pero nunca acompañaron a un ser querido (o pseudo-querido) en sus peores momentos. Porque no… “porque no tienen ganas de malos rollos”.



Se creen en posesión de la verdad absoluta por tanto, no merece la pena la discusión. Además, las discusiones también dan muy mal rollito.



Que les vaya muy bien con esto pero yo prefiero no contar con gente así a mi lado. Es más, cuando nos vayamos haciendo mayores tendremos pocas ganas de fiesta, por tanto, si saco brillo a mi bolita de cristal puedo ver una larga soledad... les vaticino, -que no deseo-, un futuro muy solos.



¡Que suerte la mía ser una oveja (o una puta cabra, según el pie con el que me levante) para poder perderme una y mil veces y que algún “pastor” venga a rescatarme y a devolverme a la senda adecuada!


©2016 Miriam Lavilla Muñoz