lunes, 4 de abril de 2016

Dicen que la piel tiene memoria

Dicen que la piel tiene memoria.

Recuerda cada beso, cada caricia, cada pellizco en los mofletes. Hasta cada merecida bofetada en los carrillos. Cada sorpresa… cada susto… cada sonrisa…

Cada caída y cada golpe. Esos que, en la infancia más temible, escalando árboles imposibles, descalabrándote alegremente a pedradas, te obligaban a presumir en los patios de recreo contando cardenales y te hacían llevar las rodillas deshilachadas.

Cada lágrima derramada, las que surcan las mejillas y las parten en dos, como al corazón.

Cada risa nacida de la misma boca del estómago, del subterráneo del espíritu… centímetro a centímetro. Esas que hacen que pliegues la nariz y entornes los párpados.

Cada ráfaga de brisa, de aire, de viento de norte o de sur,
de levante o de poniente…
perfumado de yodo, de sal, de brea,
de romero, de tomillo, de albahaca,
de jazmín y del dulce aroma de dama de noche.

Cada tormenta… la lluvia que te asalta desprevenida y sin paraguas.

La nieve que azota tu rostro haciéndote unas bajadas.

Cada baño de sol, cada rayo que se coló a hurtadillas por todos y cada uno de mis poros, templando mi alma, cerrando mis ojos, haciéndome sonreír, henchida de placer, frunciendo mi ceño, plegando mis comisuras.

Cada calada… cada degustación a una buena copa a un exquisito plato.

Dicen que hay una técnica en Japón, llamada Kintsuhi que consiste en el arte de admirar la belleza de las cicatrices de las vasijas antiguas. Rellenan las grietas con oro. Algo que ha sufrido un daño casi irreparable, se vuelve más hermoso y más fuerte aún que el original.

Mis fracturas están rellenas de vida y de amor a raudales, de erupciones de pasión…

Amo las cicatrices de mi piel. Las que cosieron mis retales, las que repararon los descosidos, las que salvaron mi vida.

Adoro cada arruga, cada pliegue, cada estría, cada peca, cada herida, cada bregadura, cada corte, cada quemadura, cada marca, cada señal, cada huella…

Todas ellas son mis recuerdos.
Recuerdos de grandes momentos,
no prescindiría ni de una sola.

¡¡¡Vivo la vida tan a tope que por poco me mato!!!

©2016, Miriam Lavilla Muñoz.