¿Quién no
se acuerda de aquella primera vez que recibió un beso?
En una
fiesta de cumpleaños de un amigo, en un guateque, en el cine, en la disco, en
un parque… en el coche, en el portal de casa al regreso.
Estábamos
hablando de cosas banales, sin el menor interés… o no, ¿estábamos callados? No,
seguramente yo no permanecía calladita. Fijo que tuvo que esperar el momento (“A ver si se calla ésta y la beso”).
Y, de
repente, él se acerca peligrosamente y… ¡A mí me deja con la mitad de la
palabra en la boca! (“¡Aich, mejor me
callo!”).
Y mientras
va acortando distancias con tu boca, resulta que te vas poniendo bizca porque
no logras enfocar. (“¡Qué cara de tonto
está poniendo!”). Pero, claro, te das cuenta de que exactamente esa misma
cara será la que estás poniendo tú (y, además, bizca) y en ese instante caes en
que la gente cierra los ojos cuando se está besando.
(“Ya llega…”)
Rodea tus labios con los suyos y tú… (“¿Abro
la boca?”)
Debieran
dar cursillos para aprender a besar.
Él empieza
a hacer bailar su lengua por tu boca. Tratas de seguirla con la tuya pero se evade. Creíste
que se trataba de eso: de un “choque” de lenguas, como un saludo entre amigos. (“¿Qué está haciendo? ¿Querrá que me enjuague?”) Y quieres evitarlo pero tratas de
rememorar la última comida (“¿Llevaba ajo?”)
y la última ocasión en la que te lavaste los dientes o la última calada a un
cigarro. (“¡Puf, lo que va a ser último
va a ser esto… el último beso!”)
A medida
que el beso se alarga, te vas relajando… hasta el punto álgido en que el universo desaparece por completo, ya nada existe… salvo ese beso.
La calle
enmudece, la gente ha dejado de pasear, de hablar, la música ha ensordecido, ya
no llueve… ya no hace sol, ya no es de noche… ni de día… (“¡Me muero!”)
Tu corazón
late con fuerza, tu pecho empieza a bombear… parece que tu cuerpo entero te
pidiera más (“¿Otro beso? No, no va a ser eso”)
Sientes un
vértigo en la boca del estómago, como cuando te montabas en la montaña rusa con
tu hermana y tus primos.
Y el beso
va cesando…, va muriendo… se agota.
Y regresas
a casa con cara de tonta, como si fueras un zombi. Y te da la sensación de que todo el mundo, de repente, se ha dado cuenta de que te han besado: "Mira, ésa tiene cara de gilipollas... fijo que va besada". ¿Y en casa? que cuando mamá abre la puerta estas completamente segura de que te va a preguntar: "¿No tienes que contarme naaadaaaa...? ¿No te habrá besado nadie?". Y, después de la cena, a cada beso que ves en la
tele, ¡zas, otro vértigo!
Y ese beso
será, durante mucho tiempo, tema de muchas conversaciones:
“¡Ah, te
besó!”; “¿Cómo besa? ¿Besa bien?”
(“¡Qué sé yo como besa! Y yo… ¿Cómo beso yo? ¿Beso
bien?”)
Ese beso
será el primero y el último de toda tu vida. No lograrás olvidarlo…
Salvo…,
claro está…
con otro
beso.
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