Sinopsis:
“Conozcan a Facundo
Palomero la tarde en que la fortuna le sonríe con una quiniela de catorce
aciertos, lo que despertará una rabia desmedida en su vecina, doña Justa.
Compartan las
tribulaciones de Vicente Valladar, cuya vida pende de un hilo si no consigue
saldar la deuda que tiene con una familia de malhechores; para lo cual le
vendría de perlas el dinero de la quiniela de Facundo.
Asistan a una reunión de
la junta directiva de ´Apochical´ y descubran qué es un esponjo, una púlgara o
una biela rusa.
Bailen al son de una
orquesta capaz de lograr que cualquier melodía suene como el ´Porompompero´.
Diviértanse con las
peripecias de la gran estrella del asesinato profesional, las alucinaciones de
un carbonero reconvertido en exterminador y los despropósitos de un camarero
cojo la mar de desagradable.”
Reseña:
Completamente harta de empezar libros y tener que abandonarlos en la
página 41 y sin el menor remordimiento, oigan, ¡sin despeinarme siquiera! (así
soy: si en la página 42 no me han enganchado, servidora lo lamenta, mire usted
pero ¡no vean la de plancha que tengo!); estuve rebuscando en Amazon algo que
me llamara poderosamente la atención.
Parpadearon las luces de neón del letrero enorme que se manifestó ante
mis deslumbrados ojos: “MIRIAM, ESTOY AQUÍ, ¡TODO TUYO!”. Como si fuera una
llamada “perdida” del destino.
Ea, ahí tuve mi primera carcajada. Nada más leer el título.
¡¡Ese tío debía ser grande!! ¿Alguien que había titulado a su obra
“Tengo ganas de morirme para ver que cara pongo”? merecía toda mi atención.
Pero cual no fue mi sorpresa que, al echar un vistazo a las primeras
páginas, no sólo mantuve mi sonrisa (como recién planchada), sino que continué carcajeando y, para mayor inri, pude
comprobar, (con gran satisfacción), que había dado “de chiripa” con un fabuloso
autor.
Ya tenía que ser un maestro para hacer que, mientras me sujeto el
estómago (evitando que vaya a estallar) y me enjugo las lagrimitas que amenazan
con vertirse mejilla abajo, aún pueda deleitarme con la construcción de sus
frases, con la elección de la palabra adecuada… con la búsqueda incesante de la
metáfora, el símil, la comparación o la descripción perfectas:
“En su camino le salió
al paso un avieso abejorro del tamaño de un aguacate, que zumbaba con la
potencia del motor de un fuera borda.”
“Un sujeto chiquitito
que, como el resto de sus compañeros, vestía traje gris marengo, camisa azul y
corbata de cuadritos y tenía el pelo y los dientes tan brillantes que, por
fuerza, había que entrecerrar los párpados para mirarle de frente.”
“Quienes asistían con
regularidad a sus clases gozaban de una fortaleza, un tono muscular y una
flexibilidad impresionantes. No obstante, para conseguir esa envidiable forma
física tenían que ser valientes, tanto para resistir la atroz combinación de
gimnasia, contorsionismo, acrobacia y torturas chinas a la que eran sometidos,
como para soportar la propia visión de Lucía Fernández. Porque Lucía Fernández
era fea hasta por teléfono.”
Algo, que sólo habían logrado los grandes del humor, todos mis héroes
de infancia y juventud.
Y es que, lamentablemente, estamos muy, pero que muy embrutecidos (y
entono el mea culpa) a la hora de
leer: frases cortas, sin complicaciones, concisas, ¡al grano, vaya!. Tanto que
apenas nos molesta la abundancia de repeticiones, a sabiendas de la variedad y
de la riqueza del vocabulario que tiene nuestra lengua. Como tampoco nos
estorba la desestructuración sintáctica o la monotonía de los textos.
Albandoz domina toda técnica y, además de con elegancia, lo hace con esa
gracia “gadivasca” (término que él
mismo usa), que le confiere el don de ser un verdadero encantador de
serpientes; un humorista, (que no cómico o chistosillo simpaticón),
completamente adictivo.
Y es que es “fino” hasta cuando habla por boca de “La Nancy”, que no
es otra que la Venancia de toda la vida:
“—Ah, pues yo siempre
les hago hincapiés en la necesariedad de que se posicionen el perseverativo
—manifestó muy orgullosa Venancia—. Se lo digo muy clarito y les pongo entre la
espalda y la pared. Es condición sin escualo: o te posicionas el porsiláctico o
no hay servicio. Una de dos: o témpora o mores.”
(Al lorito que lo de los nombres tiene su tela también: Facundo,
Virgilio, Evaristo, Hermógenes, Olegario… y de algunos apellidos ya ni hablemos).
Comoquiera que la envidia es muy mala (y ya le estaba hasta cogiendo
tirria al Albandoz éste) me he dedicado a buscar “con lupa” el defecto… Pues
cero, cero pelotero:
¿Documentación? Impecable;
¿Ambientación? Impoluta; Te creerás estar paseando por la localidad.
¿Descripción de las escenas? Perfectas… o si lo dudan, echen un
vistazo a esto:
“El cojo llegó junto a
ellos y, cual moderno discóbolo, lanzó el plato a la mesa. Y con notable
pericia, dicho sea de paso. Notable, pero no sobresaliente. Cayó el plato sobre
la mesa, la chuleta sobre el plato, las patatas sobre la chuleta y dos goterones
de grasa sobre la camisa de Evaristo.”
(Atención al cojo, cuya aparición en la lectura me pilló en el metro y
temí que los viajeros que me acompañaban en el vagón, se vieran obligados a
llamar a un sanatorio mental e internarme).
¿Gazapos?, ¡nada, ni uno! Brillan por su ausencia.
Pero, mira, puestos a tratar de evitar la envidia (que es un pecado
capital muy muy muy feo… tanto como pegar a un padre), me empeñé en tratar de
hallar coincidencias con mis novelas. Y fíjate que he encontrado varias:
1) El autor comienza su historia narrando capítulos a modo de
microrelatos… Ellos van introduciendo al lector en la historia y presentando a
los personajes principales. A simple vista, parece que los protagonistas de los
mismos, no vayan a coincidir en ningún punto de encuentro con el resto. Pero a
partir de uno en particular, la historia se enreda y es donde dejan de ser
“micro-relatos” para convertirse en una señora novela.
2) ¿Por qué a ambos se nos ocurrió hacer un guiño literario a “Cumbres
Borrascosas”? Claro queee… las comparaciones son odiosas.
Mi guiño (en “Aceptamos marido como animal de compañía”): “El ‘atormentao’ es así, porque así nació y
así quiere seguir siendo. Es más, nunca sabremos si es realmente un ‘atormentao’
o si es que es gafe. Delete, delete, delete file from memory. Sal corriendo.
¡Huye del atormentao! Tu vida va a ser algo así como Cumbres Borrascosas en
Alcorcón. Y, hasta para vivir un drama, es menester hacerlo con clase.”
Su guiño: “Ni Emily Brontë, el
afortunado día en que la musa le susurró al oído el argumento de “Cumbres
Borrascosas”, se lanzó a escribir con el vigor y la premura que empleó
Hermógenes en aquel momento. Su mano derecha se agitaba sobre el papel como
gobernada por un sismógrafo en pleno terremoto.”
3) Ambos hemos decidido, bajo el influjo de una extraña configuración
de vaya usted a saber qué astros, reírnos de la muerte. (Yo, en dos novelas y
él, de momento, en una)
4) El tipo debe ser un observador nato o tan neurótico como yo al
encuadrar los perfiles psicológicos de los personajes. Fielmente descritos. Uno
de su padre y el otro de su madre.
Y no me extiendo más. Os la recomiendo 100%. Es una novela
divertidísima que se lee en un suspiro y totalmente relajado. Esencial para las
vacaciones de Semana Santa o Navidad o Verano… Es decir, cuando tengas mucho
tiempo para dedicarle a la familia pero mucha necesidad de evadirte de la
misma. E imprescindible para producir endorfinas.
Lo dicho: Quevedo, Lope de Vega, Shakespeare, Arniches, Jardiel
Poncela, Muñoz Seca, Antonio Lara (Tono) MURIERON y a Eduardo Mendoza le duele
la cabeza… ¡¡Nos queda Miguel Albandoz!!
2 comentarios:
Ya sabes que no leo ebooks así que ya estás largando, ¿QUÉ ES UNA PÚLGARA?, lo demás lo puedo pasar, eso sí que no.
Nada, nada... ¡¡NO DIGO NI MÚ!! Nada de "spoiler", jajajaja!!! Ahora, nena, se puede conseguir en PAPEL, azinqueeeeeeeeeee, no tienes excusa. Se lo diremos a la editorial o al autor, si HICIERE FARRRRTA.
Eso sí, te prevengo: sale en ná y menos la segunda (que no es segunda parte, es la segunda del autor) y se titula "La cultura para el que la digiera". Míralo en facebook: se llama Miguel Albandoz!! Besotes, guapa, sé que me lo agradecerás.
Publicar un comentario