viernes, 18 de abril de 2014

El esquí un deporte duro y… muy confuso















No sé si os habré comentado alguna vez que las mujeres nos ponemos pesadísimas en el asiento del copiloto:

—¡Mariano, no corras tanto!
—¡Mariano, ten cuidado con ése!
—¡Mariano, te estás quedando sin gasolina! ¿No es ésta manecilla la que te avisa?
—¡Mariano, vaya una mierda que llevas en el coche! Pero, ¿tú ves con esos cristales?

El colmo de la señora plasta es cuando sabe conducir. Esoooo yaaaa es para nota:

—¡Mariano no reduzcas en la curva! Es antes cuando tienes que hacerlo y luego ya, entrado en ella, aceleras.
—¡Mariano, te pongas como te pongas, tú no tienes preferencia! ¡Tienes que ceder el paso!
—¡Mariano, cambia de marcha! ¡Se te va a calar!
—¡Qué mal aparcas, Mariano!

Pues hay algo peor aún. Irte con tu marido a esquiar y que él sea un experto:

—¡Balancéate más para hacer el giro!
—¡Echa el cuerpo para adelanteeeeeeeeeeeeeeeeeeee! ¡Pon los bastones delante de ti!
—Junta las rodiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiillaaaaaaaaaaaaaaaas…
—¡No hagas tanto giroooooooooooooooo que pierdes velocidad!

Que si los esquís en paralelo, que si voy perpendicular a la pendiente… que así me cuesta hacer curvas, que si mejor oblicuooo… ¡Aich, por favor! ¡Si parece una clase peñazo de Física! ¡Que me deje en paz con mi estilo borreguero-superviviente, si yo lo que quiero es pasármelo bien!

Por consiguiente, he decidido ponerme los cascos con música (y a un volumen casi insoportable) y no hacerle ni puñetero caso.

Lo contemplaba moviendo los labios y meneando la cabeza insistentemente y yo, ¡sin oír ni jota!. Cosa que, por otra parte, me divertía bastante.

De vez en cuando, mantenía el tipo, excusándome:—¡Sí, si yo lo intento! Pero anda, ve tú delante, ve, que te sigo y hago los giros donde tú marques las curvas!

Reduzco la velocidad y permito que se aleje pero él, muy "constante" (todo hay que decirlo), cada cincuenta metros se para y apunta hacia el horizonte, con ayuda de su bastón. Debe ser que me está indicando hacia donde debo ir. Ahora lo que parece es Colón avistando nuevas rutas.

Comoquiera que eso no funciona, me digo "Miriiii..., le das esquinazo a la de tres" y, cuando estoy bajando la pista contraria, chillo pesarosa: —¡Ay, cariiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, me he equivocaaaaaaaaadoooooooooo! ¡Se me ha pasaaadooooo! ¡Es que te he perdiiiiidooooo!

Eso no falla.

Con esta inteligente determinación te puedes pasar el día entero haciéndole el avión. “Que si yo cogía el telesilla cuando tú debías estar bajando la pista”; “que esto va a ser que he debido pillar el remonte en lugar del telecabina”; “queee… es que yo esa percha no la he vistooooo”… Pero, claro, tampoco puedes abusar porque lleváis los walky-talkies y, además, los móviles.

En cualquier caso, esto es muy útil para disfrutar de un soplo de libertad, un poco de intimidad, reencontrarte con la madre naturaleza y escuchar tus pensamientos.

Y eso me ha invitado a cavilar y mantener largas conversaciones conmigo misma. Conversaciones que no llevan a ninguna parte y, además, me interrumpo cada dos por tres, que es que soy un loro y no se puede charlar conmigo. Y he concluido que esto del esquí es muy confuso y que no todo el mundo te instruye bien en la materia.

A ver si se creen los monitores que con enseñarte a hacer la cuña, los giros, poner los esquís en paralelo y juntar los tobillos, ya han cumplido. Pues no. Ahí va una buena pila de ejemplos y consejos:

* Si bebes, no esquíes.
* Pero si esquías, no bailes. (Por bonita que sea la canción que estés escuchando).
* Si llevas los cascos, ¡¡por favor, no te pongas a cantar!! (El “oído musical” se va de veraneo y te deja berreando a grito pelao ante miradas desconcertadas que se giran hacia ti, entornan los párpados y arrugan la nariz).
* Si estás en el pico más alto del Veleta, ¡no atiendas al teléfono móvil!
* Y si estás atendiendo al móvil, no hagas pastelero caso de los walky-talkies y viceversa.

Ejemplo práctico: Alguien me ha llamado y ha escuchado lo siguiente:

—Yeaouuuuuwooouuuuu… (¡CHAFFFFSSSS!) …¿Hola? ¿Quién eres? No te veo… ¡halaaaaaa, a tomar por culo el bastón!… ¡OYE, PERDOONAAA! ¡SÍ, TÚ! ¿ME LO EMPUJAS POR FAVOR?... … … A ver, ¿quién dices que eras?

En definitiva, cuando me he vuelto a poner el móvil en el orejo y he decidido dirigirme al emisor, ya no había nadie. O lo he asustado, obvio.

A los dos minutos, llama mi madre: —¿Hola? ¡No te veo!
—¿Cómo que no me ves?
—¡Ah, eres tú, mamá! Pues no. Veo menos que Pepe Leches porque hay mucha luz y no se lee la pantalla y, encima, con estas gafas de sol… ¡Voy a tener que graduármelas! ¿Eras tú la que ha llamado antes?
(Me suena el walky-talky y escucho la voz de mi hijo: —Brrrjjjmá, que… brrjjj… cafetería… brrrjjj… el telesilla de La Laguna… brrjjj… bla-bla-blá, ¿vale?)
—No. —Responde ella. —Es la primera vez que llamo. ¿Qué tal? ¿Os hace buen tiempo, entonces?
—Sí, bien, estupendo… un sol que quema… espera quee ¡No sé qué me dice el monstruo!
—Oye, pues nada, sigue a lo tuyo, no lo pierdas de vista —¡Bendita inocencia! Menos mal que no nos ve y, lo mejor: menos mal que no sabe por donde nos metemos— Y que lo paséis bien pero tened mucho cuidado con la nieve, ¿eh? Que con esto del deshieeelooo…

Le pego un buen “campaneo” a Jaimete: —(PIRURIRURIRURÍ) Jaime, hijo, ¿Que qué decías?
—¡Ay, mamá, no te enteras de nada! ¡Tú a lo tuyo!
—A ver, hijo, ¡la yaya me estaba hablando del cambio climático y el calentamiento global!

Otro inconveniente es la señalización de las pistas. Te ponen un palo de color azul. A los diez metros, otro. A los veinte, ¡ya es rojo! Y, con suerte no pillas uno negro que ya te confirma que te has pasado a un tramo peliagudo.

Pero lo más peligroso es cuando dejas de verlos. Impepinablemente tenía que haber un cartelito visible, cada metro, donde te pusiera:
“PISTA”
Y/u otro que rezara: “NO PISTA, ¿te pispas?”.

De lo que te pispas es que estás terriblemente sola. No hay nadie a diez kilómetros a la redonda. Puedes escuchar perfectamente los latidos de tu corazón. Y, a medida que bajas, tienes que sortear los pedrolos de hielo que van rodando a tu lado.

El cartel de “BAÑERAS”. Pues no sé yo. Te podían avisar que no se tratan de esas en las que echas las sales de baño.

El de “PISTA DIFÍCIL” podrían sustituirlo con un simpático: “A VER, OIGA, ¿ANDE VA? ¿SE CREE USTED BLANCA FERNÁNDEZ OCHOA?”

Lo del cartel de “SÓLO EXPERTOS” también tiene su aquel. Porque todos sabemos que hay días en que tienes los biorritmos altos y te comes el mundo. En determinados casos, debieran señalizar un clarísimo “SÓLO SUICIDAS”.

¿”SNOW PARK”? Pero, ¿qué te dice eso, a ver? Tenían que poner un letrerón gigante donde se dirigieran al honorable con un: “¡NI LO INTENTE, SEÑORA, POR LOS CLAVOS DE CRISTO, NO SEA USTED INCONSCIENTE!”

Cuando has pillado una pendiente de 80%, una buena capa de hielo, y vas con tal cara de velocidad que te pareces mucho a la hormiga atómica, te encuentras de sopetón con un cartel enorme que te dice “¡¡DESPACIO!!”. No sé como iría Mariano en la curva pero yo como que me tiro al monte.

Aunque puede ser peor. El que pone “STOP”. ¡Ése ya sí que es cachondo!

Y lo más de lo más es cuando te cascan “¡¡¡ATENCIÓN, CRUCE!!!”, que yo no tengo faros de luz larga ni llevo claxon, así que ya optas por el:
—¡¡JORRRRRLLLLLLL, QUE VOOOOOOOOOYYYYYYY!!

El que más se presta a equívocos (sobre todo para las solteras principiantes) es el que te endilgan a la entrada de los telesillas. Hay cuatro filas y una al lado en que puedes leer:
“ENTRADA INDIVIDUAL PARA COMPLETAR SINGLE”.

No, bonita mía. No te creas que vas a conocer un maromo que te va a guiñar un ojo y confesarte que tú “lo completas”. Todo lo más, si haces buenas migas en el camino y el trayecto es largo, vais a hablar del tiempo, de en qué zona hay más hielo y en cuál otra hay nieve blanda. Por mucho que trates de extender la conversación, en cuanto desciendas, ahí mismo se acabó el tema. Te prevengo que aunque el pollo esté cañón (pero como los de Navarone) no hay botón de stop como en los ascensores.

Y todo eso, si no te llaman al móvil y te gritan lo de: “Mamáaaaaa, ¿Que dónde estaaaaaaás? (aunque puede ser peor: te podrían llamar abuela).

Hoy, sin ir más lejos, “he completado un single” en uno de esos telesillas. ¡Bueno, bueenoo, bueeenooo!… ahí estaba servidora, rodeada de snow-boarders de no más de 30, divinos de la muerte. He puesto tal cara de felicidad que, para que no se me notara mucho y me tacharan de vieja verde, he disimulado quitándome las gafas, cerrando los ojos y poniéndome de cara al sol, muy sonriente, como si estuviera disfrutando de esos rayitos a tope.

Lo malo es que cuando he creído ver a mi costilla y al nené, he silbado como un cabrero (con los dos dedos sobre mi lengua) y, después de dejar sordos a esos efebos de Miguel Ángel y mirarme desconcertados… ¡¡RESULTA QUE a los que he llamado como Pedro el de Heidi, NO ERAN ELLOS Y SE HAN QUEDADO CON CARA DE PEZ!! (apunte para mí misma: ¡tengo que graduar las gafas de sol, sin falta!)

Claro que es mucho más práctico llevar los cascos, así no tienes ni que dar conversación.

A todo esto, si coincides en el telesilla con tu santo “experto” deja de martirizarte con el estilo adecuado y la postura más idónea para practicar esquí, para catequizarte con otras actitudes y comportamientos del tipo: “Pero, ¿fumando, otra vez? ¿Es que no puedes dejar de coger un telesilla sin encenderte un pitillito?” o “Haaalaaaa, bebiendo como un Kosaco, pues vaya una deportista estás tú hecha”.

El pavo del niño, en plena adolescencia, parece haberse confabulado de maravilla con el papá, a la hora de meterse conmigo (cosa que fastidia sobremanera porque, generalmente, se “asocia” con mamá para meternos los dos con él): “¡hala, mamá, por favor, mira quee no ver la pista! ¡Pero si ésa es como Roma, que todos los caminos conducen allí ¿No sabes que hay una cosita que se llama plano de pistas o mapas y se regalan en las taquillas del forfait?” (Ains, ¡qué cargantes!) Así que la frase más pronunciada por mí en estas vacaciones ha sido: “Mira, niñññooo, ¿te crees muy guay?”.

Otro apunte, para mí misma y para los que deseen ser bien aconsejados: Si vas a llevar cerveza en la mochila, ten la precaución de no caerte o no menearte en demasía. Y si, desatendiendo a este consejo, la abres, procura no hacerlo en el telesilla cuando vayas acompañado.

De todas formas, ya os prevengo (a las solteritas, que me desviaba del asunto) que si lo que pretendíais era ligar, mejor ir de vacaciones a un crucero que del barco ¡NO ESCAPA NI UNO VIVO!. Que esquiando una no liga, que no. Que ellos van p’allá, pero tú tiras p’acá… que tú ruedas pendiente abajo y ellos o están subiendo o no solo no te ayudan a levantarte, no, es que ¡derrapan y te lanzan nieve sobre tu cara!. Que no os engañe el cine hollywoodiense. Aquí no hay caballeros, hay trogloditas.

Aunque, claro está, si se le ocurre ponerse ante ti, con los brazos abiertos de par en par para abrazarte o incluso pedirte en matrimonio, cuando estás cayendo a toda leche por una ladera, lo mismo te sorprendes escuchándote gritar: ¡APARTA, SUBNORMAAAAAAAAAAAAAAAL!

Otro de esos “momentazos” que dar lugar a que te hagas líos es ese en que tomas una percha y aquello no hace más que suuuubiiiiir y suuuuubiiiir. Tú miras abajo y, vamos que no se puede estar más elevado y lo que se supone pista y está a tu ladooooo… no puede ser más vertical. Pero, enseguida te pones a observar a los “miserables enanos” que te acompañan en el viaje y te consuelas: “¡Vamos, hombre, estos champiñones no pueden esquiar mejor que tú! Especialmente, cuando llevas diecinueve tacos practicando con asiduidad y ellos no cuentan más de cuatro”.

¡¡Pues te has pasado de lista!! Los canijos con casco ésos te van a pegar unas pasadas que no se las va a saltar ni un gitano. Y no veas como se cuelan en las filas que también te sortean por delante, por detrás, por un lado, por el otrooo… y, si te pones pelmita, se te cuelan entre las piernas. Que, súbitamente, te crees presa de una marabunta que no va a dejar de ti, ni el esqueleto.

Ahí va otro consejo muy práctico. En las estaciones de esquí el Karma está siempre muy presente. Es decir, no te vayas a reír de la pobre vaca esa que se ha caído de culo… porque detrás vas tú. O de tu santo experto que al impartir sus lecciones va y se pega el costalazo. Como se te ocurra decir “¡te jodes!”, en menos que canta un gallo te ves besando nieve (y esperemos que no sea amarilla, tú ya me entiendes).

Pero, sobre todo, hay carteles que una echa de menos poderosamente:

El primero: "Despegue sus dientes de nuestros postes, por favor".

El segundo, el de “ASEOS”. Estás en la cúspide de una pista y es que te lo haces encima. No sabes para donde tirar. Tenían que indicarte qué aseos están más cercanos:

“A 100 metros, aseos”; “A 50 metros, aseos, no te despistes”…; “A 20 METROS, ASEOS, VE DESPELOTÁNDOTE, MUÑECA”. Porque no sabe nadie lo que es desnudarse entera (con tanto trasto como vestimenta) para hacer pis.

Un cartel muy necesario es uno que te avise que cuando vas a toda leche, colina abajo y temes por tu vida, quizás no sea conveniente que vayas reduciendo velocidad. Porque, ¡zas!, así de repente, sin previo aviso, ¡¡te topas con una cuesta arriba empinadísima!! Y te quedas con cara de gilipollas.

En estos casos, (lo aclaro para el que no haya esquiado), tienes que REMAR.

Un cartel del tipo: “¿TE APETECE REMAR? ¡¡PUES ACELEEERAAAAAA!!” sería de lo más agradecido.

“Remar” no es eso que hacen los enamorados en el estanque de El Retiro los domingos por la tarde, no. “Remar” es ponerte a deslizar los esquíes, con todas tus fuerzas (imaginaos: pendiente arriba). Me explico: tú adelantas los bastones, flexionas las rodillas, te quedas culo en pompa y emites los mismos sonidos que los ancianos cuando se levantan del banco del parque después de haber estado contemplando las obras.

O sea, ¡la repanocha!, te dan ganas de dejarte caer fuera de pista. Da igual ya lo que te pase.

Pero, puede ser peor: cuando ya casi lo estás consiguiendo, ¡te llaman al móvil o al walky-talky y, entonces ya no respondes con normalidad! En toooooooooodaaaaaaaa la montaña se escucha un eco atronador que brama:
“¡¡MEVIADECAGALENTOASTUSMUELAS, JOOOO-DER (der, der, der, der...)!!”

Aunque también HAY CARTELES QUE SOBRAN. Hoy, sin ir más lejos, al tomar una percha (algo complicadilla, todo hay que decirlo) había un letrero donde estaba visible la frase: “MÁXIMO DOS INTENTOS”. ¡Hombre, por favor! Eso atenta contra la fuerza de voluntad y el afán de superación humanos.

Y, a propósito del walky-talky, por favor, sintonízalo bien con tu familia. Y, si no estás segura de que todos tengáis el mismo numerito en la pantalla, ¡NO HABLES ANTES DE ESCUCHAR!. Ahí va ejemplo:

—(PIRURIRU)
—Que síiiiii, que estoy en Las Truchaaas, que te estoy esperandoooooo. Que te estoy esperando, aquí, desnuda. —Lo que estaba esperando es que me dijera, inmediatamente después de escucharme, que nos íbamos ya al apartamento, claro. Que, además, ya era hora.
—Oye, pues hazme señas con los bastones, no vaya a ser que no te vea. —La voz que hablaba no correspondía ni a la de mi hijo, ni a la de mi costilla, alias el experto.

Así pasa que durante tus bajaditas no haces más que escuchar conversaciones del tipo “¿De qué queréis la pizza? ¿Cogemos algo más?” que te dan ganas de decirles que se pillen unas seis cervecitas.

Y aquí llego a otro detalle anteriormente citado: las palabrotas. Creo que este deporte fue el que me aficionó a mí a ser tan palabrotera. Pero es que, no sé por qué, te consuelan.

Os lo demuestro con otro ejemplo: tú vas esquiando y estás viendo acercarse el talegazo mediano. Bueno, pues dices:
—¡Coño, coño, coño, coño!
Cuando ya estás en ello (más concretamente, rodando):
—¡Hossssssssssstiás!
Y, tras levantarte: —¡¡Sssssu putttttamadre!!
Y te quedas tan ancha, oye. ¡Milagroso!

Otra cosa muy confusa es que, a dos minutos de que cierren la pista, no sabes explicar el motivo por el cual te entran unas súbitas ansias de coger el último remonte, que lleve al último pico de la última cima de toda la estación y, en el último minuto, para “aprovechar bien el día” y poder estar esquiando hasta una hora u hora y media más.

Pues, ea, poseída por esa demoníaca sensación, te sorprendes desgañitándote cuesta abajo para llegar a tiempo y luego sacudir caderazos con el resto de “ansiosos” que llegan a la fila, al mismo tiempo que tú. ¡POR FAVOR, DEJA ALGO PARA MAÑANA!

Y, no por ser lo último es lo más importante. Que no te quepa la menor duda de QUE EL MOMENTO MÁS PLACENTERO DEL DÍA DE ESQUÍ ES …………………………………………............


¡¡CUANDO TE QUITAS LAS BOTAS!!

7 comentarios:

Juanjo dijo...

JAJAJAJAJAJAJA ¡¡¡GENIAL MIRIAM!!! Una perfecta descrpción de lo que es un día de esqui. Todo, absolutamente todo cierto, pero con el toque de humor que le das, parece menos duro.
Pd: Lo de los pedugos con casco que no levantan palmo del suelo y te pasan como un F-18 por todos los lados, totalmente verídico.

Miriam dijo...

Síp, maño, es lo que hay...
Y a los "pedugos" como los llamas tú... ¡¡La madre que los parió!!

emyl blue dijo...

Fantástica narrativa...lo mejor es que: todo lo que describes te ha pasado y no es inventiva, jor!

Isa dijo...

Vamos a ver, con esta entrada eterna serían muchas cosas las que tendría que comentar, ya lo podías haber dosificado en capítulos, pero solo te voy a decir una: el walkie talkie es porque saben que te vas a perder, ¿no?

Miriam dijo...

Emyl, te lo juro por mi muro, que todo es verídico!!!

Miriam dijo...

Isa, el walky-talky... es p'a jod... p'a jorobar ná más!!!

Miriam dijo...

Emyl, te lo juro por mi muro, que todo es verídico!!!