Si vas al Mediterráneo te torras
y si te metes en el agua… te da la sensación de estar sudando. Te sientes lo
mismito que un garbanzo “haciéndose hueco” en el caldo de un cocido.
Si vas al Cantábrico o al Atlántico… la cosa
empeora notablemente.
Sobre todo si hace el mismo calor que nos ha hecho
últimamente en Galicia. (Que ni Galicia es ya lo que era, ¡carajo! Que a España
ya no hay quien la conozca). Ni una nube, ni atisbo… por lo que también te
sientes como San Lorenzo en la parrilla (boca arriba, boca abajo, boca espalda,
boca tripa, boca lado…) y, cuando ya no aguantas más y echas a correr al agua… Aiiiinnnnsssssss
¡¡Qué horror meter la punta del dedo gordo del pie a quince o dieciséis
grados!! (vamos... que te das la vuelta sin haber "fichado")
Pero lo peor de todo no es el
agua-sopa ni el agua-antártica… ni siquiera la elevada o baja temperatura
ambiental. Tampoco el viento de Levante que azota la piel como una madre
cabreada. Ni tan siquiera que la arena inunde la bolsa, ponga perdidas las
toallas, se te meta hasta en sálvese la parte o forme una mezcla nauseabunda
con el aceite del bronceador que no lo quita ni un estropajo de níquel.
Lo peor son los vecinos.
Si no se te plantan ante tus
narices los domingueros con la mesa de camping, las sillas, las tumbonas, las
neveras, las veinticuatro sombrillas, la suegra, el canario y el perro; los
cinco enanos cojoneros que no hacen más que corretear y sacudirte arena a los
morros haciendo excavaciones y túneles, puentes, acueductos, castillos y otras infumables
construcciones que harían estallar, de nuevo, la burbuja inmobiliaria; gritarte
en todo el orejo justito cuando tú quieres dormir la siesta y llenarlo todo de
basurita… se te ubican los quince canis con sus novias chonis de periferia con
el “loro” cargado con el cedé del “apestoso-mix” a 1000 decibelios.
Y eso no es todo.
Resulta que el mayor enemigo de
todos estos “vecinitos” son las gaviotas, mira tú por donde. Las pobres mías, tan discretas y tan educaditas
que ni pían ni mían, ni llevan artilugios, ni música molesta, ni cotorrean a
gritos, ni te hacen masticar arena, ni ensucian ni nada.
En todos y cada uno de los grupos
de “fauna” citados siempre hay un “orangután” (macacos legañosos en caso de cachorros)
o una “bigfoot” (titís en caso de crías) que se pone en pie, de un salto, ante
las sufridas aves y corean como si fueran el abominable hombre de las nieves (o
de la arena): “¡Grrruaaarrrrrr! ¡Fueraaaaa, laaargooo de aquiiiiiiiiiií!”
Pero, ¡coño! (ejem… perdón…
¡Antoño!) ¡¡Si SON ELLAS LAS QUE ESTÁN EN SU CASA y somos nosotros las
inoportunas visitas que inundan su hábitat y su espacio!! Luego me vendrán con
los cientos de miles de asociados a O.N.Gs del tipo “Salvemos A Las Ballenas”, “Contra
El Maltrato de los Tiburones”, “Matemos A Todos Los Toreros y Bailemos Sobre Su
Tumba”, “Evitemos que Los Chinos Se Zampen Perros”, etc… etc… etc…
Ya lo pongo en duda, la verdad.
Porque si tienes que abonar una cantidad de dinero a una ONG o una asociación,
molestarte en recibir información y leerla, hacerla extensible y divulgarla,
recopilar firmas, enviar cartas, hacer trámites… y no eres capaz de comportarte
EN UNA MISERABLE PLAYA como un ser humano normal y corriente de forma
TOTALMENTE GRATUÍTA y CÓMODA… ¿cómo pretenden que me trague esa bola?
Así que si queréis que todas las
miradas se claven en vuestra persona con la intención de asesinaros sin dejar
rastro o que, incluso, os caiga alguna bronca gorda, lo único que tenéis que hacer
es guardar un poco de pan o de las sobras de la comida y lanzárselo a las
gaviotas en la playa.
Por lo que respecta a mí, me
encanta practicar este deporte, sobre todo porque lo de tirarse bajo el sol
sobre la arena sin hacer nada más es bastante aburrido. O leo, o escribo o…
practico el “toca-peloting” con las gaviotas. Os animo a que os adiestréis en
esa técnica… como os digo, es mucho más barato que el tenis, el paddle, el golf,
el esquí o el surf.
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